La Chica de la Iglesia y el Chico de la Casona.
25 de
Noviembre, 1994.
Recuerdo que busqué con
desesperación algún lugar solo con algún espejo en el cual verme pero cada vez
que encontraba uno, estaba repleto de gente y no podía sacarme el abrigo,
además toda la gente me miraba por lo mismo…llevar abrigo en una época muy
calurosa, pero qué más da lo que la gente piense si ellos no conocen mi situación…no
saben que no soy como ellos, pobres ciegos ante lo que tienen frente a sus
propios ojos.
Busqué todo el día hasta
que oscureció por completo y no había nadie que molestase mi largo regreso a la
iglesia; estaba rendida pero no tan cansada como para no tomar el camino
alternativo que tengo para llegar…es mucho más largo, pero igual de
reconfortante. Me quedaban unas seis cuadras cuando me fijé en algo que no
había visto antes y que captó por completo mi atención: una gran casona se alzó
frente a mí casi por arte de magia…es raro que no la haya visto antes, siendo
que esta es como la quinta vez que tomo este camino…al ver que estaba un tanto
abandonada no resistí la curiosidad y decidí entrar.
Un alto portón de rejas
estaba justo frente a mí… impidiéndome el paso, debía medir unos treinta metros
y las rejas estaban en buen estado…y el candado parecía recientemente puesto.
Saltar ese pequeño obstáculo fue realmente fácil, y el aterrizaje fue muy
liviano; mientras caminaba por el patio veía algunas estatuas rotas…ángeles que
cayeron en manos de no sé qué y fueron destruidos, todos menos uno. Un gran
ángel de piedra, de hermosas alas apareció en mi camino; sentí nostalgia por
recordar lo que hace unos meses yo era y sin quererlo, sangre en formas de lágrimas
cayeron desde mis ojos, manchando mi rostro y dejando pintitas en el suelo.
Caminé, rodeando la estatua y al llegar atrás me sorprendí y confieso que me
asusté mucho al ver que detrás de ese hermoso ángel se alzaba una especie de
demonio: una bestia de grandes colmillos y ojos que irradiaban furia, tenía
también unos rasgos animalescos, como orejas en punta y unas monstruosas
garras. Tenía forma de humano, pero con rasgos de lobo. En mi interior me
estremecí al recordar la otra cara de la moneda que aquel que está allá arriba
y me pregunté si alguien vivía allí.
Seguí la mirada del
demonio de piedra y di con la puerta principal, un tanto escondida entre la
maleza; caminé por el sendero solamente iluminado por las estrellas y una luna
casi nueva. Mientras caminaba me fijé en las ventanas y luego en una oscura
figura que apareció de la nada y me miraba fijamente con sus ojos brillantes.
Me asusté mucho y corrí devuelta al ángel, al llegar me di cuenta de que la
puerta principal ahora estaba abierta; en un momento de valor corrí hasta el
lugar desde donde había visto esa figura y, aunque la ventana estuviera en el
tercer piso, con un par de saltos llegué y caí arrodillada en una suave
alfombra roja. Alcé mis ojos al momento en que velas por doquier se encendían
de la nada, iluminando todo; se encendió también una chimenea, calentando la
fría habitación. Me levanté y recorrí la habitación con la mirada, luego reparé
en una puerta entre abierta…di un paso atrás y al agudizar la vista me di
cuenta que detrás de esa puerta estaba quien me había asustado.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?- se escuchó una potente voz que
retumbó en toda la habitación…al yo no responder se volvió a escuchar: - ¿Qué
quién diablos eres? ¿Cómo llegaste aquí?- se escuchaba enojado, triste y
asustado a la vez…inmediatamente supe que la voz era de quien estaba detrás de
la puerta, un lugar un tanto pobre para esconderse de alguien. Decidí
responderle:
- Solo soy alguien que
viene de paso…la curiosidad me hizo saltear la reja y el miedo llegar hasta
aquí para saber qué o quién se esconde aquí. Si entré fue porque supuse que no
vivía nadie y tal vez, sólo tal vez hay un espejo, que de verdad necesito…y
para eso necesito también soledad- le dije segura…pero a la vez asustada
- De todos modos no
deberías estar aquí- fue la mera respuesta que obtuve desde detrás de la
puerta.
- ¿Por qué no sales a la
luz…aquí…conmigo?- traté de convencerle…y pareció dudar por un momento, pero
luego me dijo con una dulce voz:
- Si quieres que salga,
primero cierra todas las cortinas…que no entre rayo alguno de luz…y por favor,
tráeme el abrigo que está en la silla frente a la chimenea…lo necesito-
“¿Un abrigo?”… me quedé pensando en eso cuando vi lo que me pedía,
lo tomé y pude apreciarlo mejor…era negro, largo y grande, parecía que el
cuello se podía subir…como uno de los míos. Se lo llevé y mientras él se lo
ponía fui cerrando las largas cortinas, una por una, exiliando la poca luz
natural que entraba. Cuando terminé la pequeña tarea me volteé y me sobresalté
al ver a un joven de unos veinte años sentado en una de las grandes sillas
frente a la chimenea, me miraba con unos ojos neutros…pero llenos de dolor y
rabia a la vez, ojos que brillaban dorados a la luz de las llamas.
Muy cortésmente se
levantó, caminó hacia mí y alzó mi mano en la suya llevándome a una silla en la
que me senté…frente a él. El cuello del abrigo lo llevaba bajo, dejando ver las
solapas de una camisa carmesí debajo. Sin quererlo me fijé muy notoriamente en
un colgante de acero que llevaba, era como un......lobo aullando.
- ¿Te gusta?- dijo
tomando el colgante en el aire, su tono era despreocupado y muy distinto al que
tenía antes. Me sonrojé y sólo atiné a asentir.- Es muy bello- le dije
después de un momento.
- Me disculpo por el tono
que tenía hace unos momentos, no sabía quién eras y sinceramente me asustó que
alguien hubiese entrado…luego de tanto tiempo.
- Acepto tus disculpas, y
pido yo también por irrumpir en tu hogar de esta manera-
- Pues estamos a mano-
dijo con una sonrisa en la cara…sonrisa en la que se notaban unos colmillos un
tanto sobresalientes, pero en si…era cautivadora. – Hace mucho que alguien no
venía por aquí, me sorprende que hayas encontrado esta casa… ¿Y dónde vives?-
- Hace unos meses que
llegué aquí, por lo que me estoy quedando en una iglesia, a unas seis cuadras
de aquí. Me sorprendí al notar este lugar siendo que ya había pasado por aquí,
pero estaba desconcentrada como para fijarme en nada…de por sí es una casa muy
bella…y llamó mucho mi atención.
- Que bien…sabes me
preguntaba algo ¿Cómo fue que entraste? Siendo que la reja es muy alta y estaba
con candado…y luego apareciste de la nada aquí en la habitación-
- No me lo creerás, pero
la reja meramente la salté, y para llegar aquí fue como lo mismo…un par de
saltos y ya…fue muy fácil, mucho más fácil que saltar las gárgolas de la
iglesia para llegar a la azotea sin que nadie me vea- se veía impresionado…me
daba gracia verle así.
- Que interesante…dijiste
también que hace sólo unos meses que llegaste aquí, ¿De dónde vienes?-
-
Es cierto, pero para explicarte necesito saber si tienes un espejo…grande-
-
Pues vamos- me dijo, y tendió su mano para que me levantara y le siguiera.
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