Mi Llegada al Dolor.
16 de
Septiembre, 1994.
...
- ¡Debes obedecer!-
- ¿A ti?... ¡JAMÁS!
- Entonces te destierro.
Vete y sufre, sufre por el resto de tu vida y las eternidades que vengan.........
Ahora que escribo esto me
doy cuenta de que estas son las últimas palabras que recuerdo antes de caer,
luego de eso…todo fue dolor.
Caí en una superficie
fría y dura, recuerdo que mis alas sangraban y mis ropas no eran más que
harapos, todo el cuerpo me dolía y el peso muerto de mis alas era insoportable.
Cogí, lo que luego supe era vidrio, y corte los vestigios de unas alas de
algodón, para dar paso al siguiente nivel. Cuando encontré algo con que cubrir
mi espalda, y de paso, el resto de mi cuerpo salí a la luz de la luna llena que
iluminaba esa noche, esa maldita y eterna noche. Me vi a la luz y no me
reconocí, estaba delgada como nunca, tenía el pelo suelto, largo y alborotado.
Sentí que algo cayó de mi rostro, llegando a mi mano, dejando una gota de un
líquido carmesí “¿Qué es esto?”… no
sabía que era todo lo que estaba sintiendo…una especie de nudo en la garganta,
ganas de gritar…todo eso acompañado del líquido rojizo que cae desde mis ojos,
llegando a mis manos, manchándolas. De pronto veo que mis manos se van
limpiando poco a poco y supe que estaba empezando a llover, recuerdo que esa
era mi tarea en el cielo “¿Ahora quién
estará en mi puesto?”; sentí odio…eso era una burla, Él ya había encontrado
un reemplazo a mí, eso me dijo que no valía nada allá arriba, que hay miles que
pueden hacer lo mismo que todos, ninguno valemos nada. Decidí enfrentar al
cielo, miré hacia arriba y grité con todas mis fuerzas:
- ¡Hey tú!... Sí, a ti te hablo ¿Me ves?... Estoy aquí, sigo viva, ni tú
ni nadie me hará daño ahora, ya pasé por esta maldita muerte y cómo ves te gané
¿Me oíste?... ¡Te gané!, a ti y a tu legión de sirvientes inútiles… ¿Y sabes?
Me doy cuenta de que soy mejor que tú… ¡Siempre lo he sido!...-
Ahí fue cuando me vi
rodeada por un haz de luz, y fue como un rayo el dolor que llegó de lleno a mi
cabeza… Gritaba, gritaba mientras veía imágenes que desfilaban frente a mí y vi
el sufrimiento del mundo al que llegué… aprendí y conocí todo lo que
supuestamente llenaba este mundo… Conocí el amor y el odio, la risa y el
llanto, la sonrisa y la lágrima…conocí el tormento, la melancolía, la angustia,
la agonía y la muerte… Conocí la sangre, ese líquido carmesí que corría por mis
ojos.
Parecía que esa tortura
jamás terminaría…pero en un momento me quedé en tinieblas y supe que al fin
había terminado… Tras esa dolorosa e inacabable clase caí desmayada, repasando
inconsciente todo lo aprendido…y me di cuenta de que todo aquello era
simplemente… Hermoso. Todos los extremos en blanco y negro…sin ambigüedad, pero
lleno de matices, tan directo, tan preciso… Me enamoré de este mundo y decidir
acoger el dolor como un refugio amoroso y honesto..................
Desperté y no fui capaz
de levantarme, no supe la hora hasta que el sol me dio de lleno en los ojos,
aun así, yo no me inmutaba ya que no me importaba sentir esa molestia que era
mínima al dolor que había sentido la noche anterior. Cuando me aburrí decidí
caminar por el mundo que sería mi hogar por un largo…largo tiempo.
Luego de semanas vagando
por el territorio, me instale en la azotea de una iglesia donde no llegaba el
sol…detestaba al calor, y sigue sin gustarme. Encontraba ropa con la que
cubrirme en las cosas que las personas van y dejan para los niños y gente de fe…entre
eso siempre buscaba abrigos largos que cubrieran la mayor parte de mi cuerpo y
algo que estaba empezando a molestarme en mi espalda desde hacía días…no supe
los que era y solo quería cubrir mi espalda para no verlo y para que nadie más
lo hiciera…cuando esa molestia comenzó a ganar peso e importancia en mi vida me
vi forzada a saber qué era, y para eso decidí hacer algo que no había hecho
antes: ver mi figura reflejada en un espejo.